Gimnasia artística
Deportista | Panamá
Empecé la gimnasia a los 10 años, fue por recomendación de mi profesora de educación física que luego se convirtió en mi entrenadora de gimnasia. En clase me regañaban por estar de cabeza, así que mi maestra hablo con esta profesora de educación física y ella me lo recomendó, pero no fue hasta años después que logre convencer a mi mamá a que me llevara. Recuerdo el primer día de entreno que fuimos a las paralelas y todas las chicas se podían subir solas o casi solas y yo no podía ni levantar los pies. En ese momento salió mi lado competitivo y todos los días quería ir a las paralelas a ver si por fin me salía. Mi camino hacia la selección nacional podría describirlo como confuso. Yo no tenía ni idea de cómo funcionaba eso y mi entrenador no me decía mucho. En los entrenos en vez de ir a divertirme ya iba con otra mentalidad. Todo era más serio, y sí, bromeábamos un poco, pero ya no era solo un juego. Honestamente no tenía casi ninguno de los requisitos para competir en juvenil pero no podía hacerlo en un nivel inferior por mi edad, así que me presenté con lo que tenía. También debo decir que hubo mucha desorganización por parte de mi entrenador y no teníamos un plan de entreno ni una rutina en los aparatos, simplemente era ver qué me salía. Luego del control pasaron unos días y me llamaron para mi primera competencia como selección, el campeonato centroamericano del 2015. ¿Cómo te preparas mentalmente? ¿Tenés alguna rutina preferida a la hora de competir? Intento siempre pensar que estoy compitiendo cada vez que estoy haciendo mi rutina en el entreno. Así, en la competencia ya solo intento imaginarme en el gimnasio como un día normal de entreno. Antes de competir, justo antes de caminar hacia la pista, hablo mucho con mis compañeras o con mis entrenadores de lo que sea, no importa el tema. También antes de los aparatos tengo algunas manías, por ejemplo: en salto, cuando espero a que me llamen, me traqueo los dedos; en paralelas me aflojo y aprieto las calleras varias veces, y cuando me paro en el trampolín cierro los ojos y me muevo un poco simulando la rutina. Cuando me llaman siempre me digo “Come on, you got this”, respiro hondo y empiezo; en viga voy repasando la rutina en mi cabeza, y si tengo el magnesiero cerca me pongo magnesio a cada rato; y en suelo no hago nada en específico, solo pienso en hacerlo bonito y limpio. ¿Cuáles son a tu gusto los mejores momentos y cuales los más difíciles de tu carrera? Uno de mis momentos favoritos fue competir en el campeonato panamericano del 2018 por varias razones: primero porque era mi primera competencia como selección desde que me mudé a Mallorca y estaba contenta de poder demostrar todo lo que había mejorado ¡y en un Panamericano!, Segundo porque logre un cupo para Panamá en los Juegos Panamericanos del 2019, y tercero porque al terminar la competencia vinieron unas cuántas niñas a saludarme y a tomarse fotos conmigo e incluso hicieron una fila. Eso me hizo sentir muy bien porque yo era esa misma niña hace unos años atrás, y aunque considere que todavía me queda por aprender y mejorar, me alegra que pueda ser alguien quien las niñas pequeñas pudieran mirar. Otro de mis mejores momentos fue en el campeonato de España del 2018. Como no soy española puedo competir pero no puedo recibir medalla. Solo fui a hacer mi trabajo y a mejorar mis puntajes y salí de la competencia con el puntaje más alto de viga, superando a las españolas. Es uno de mis mejores momentos porque me hizo ver que no soy menos que nadie, y que si trabajas y te esfuerzas, nada es imposible. Lo más difícil que he tenido que pasar ha sido no poder ir ni a los juegos panamericanos ni al mundial en el 2019. Esas 2 competencias han sido mi sueño desde ya hace varios años y fueron la razón por la cual me fui a Mallorca. Estuve cargando con una lesión del tobillo desde el 2018, después de varias visitas al médico me dijeron que me podían operar recién en 2019 pero lo más probable sería que no estaría lista para competir en el panamericano ni en el mundial. Si no me operaba no me iba a pasar nada, ya que nada se me rompería. Solo dijeron que me dolería y dependía de mí si aguantaba. El dolor fue escalando, y en un calentamiento para una competencia en Barcelona (un mes antes de los juegos panamericanos) me rompí el ligamento lateral de la rodilla. Luego de que me revisaran llegaron a la conclusión de que era causado por la lesión en el tobillo. Lo bueno es que esa lesión no requiere de cirugía, así que me regrese a Panamá. Con mis entrenadores hicimos un plan de entrenos y fisioterapia. Me volví a Mallorca a terminar de prepararme para el mundial. Un día estaba haciendo mi rutina de suelo y al hacer una pose de rodillas simplemente no me pude levantar. Me llevaron a 3 médicos, cuando pensaba ver a un cuarto, decidí volverme a casa. Ninguno coincidía con los otros, y como agregado, algunos de mis entrenadores me siguiesen forzando a correr y saltar, cosas que no podía hacer. Al final me operaron la rodilla (menisco, ligamento y rótula) y el tobillo (ligamento y retináculo)